NO HAY REVOLUCIONES TEMPRANAS..... NACEN DESDE EL PIE!

1 oct 2010

informe internacional

Informe COREA DEL NORTE; pasado y presente..

Para quienes –aún buscando construir el socialismo- vivimos en el marco cultural e informativo impuesto por el “mundo occidental” (la Unión Europea y en especial Estados Unidos) es difícil hallar material interesante acerca de los procesos llevados adelante por los pueblos más alejados del mundo. Esto es muy claro respecto a la situación de la península coreana, tanto en lo que respecta a su pasado –del que sabemos poco y nada- como en lo referente a la historia desde 1945 a la actualidad, que suele llegarnos “rumiada” por los constructores de opinión relacionados a los gobiernos estadounidenses. Así es posible no relacionar la política de fronteras cerradas de la Rep. Popular Democrática de Corea (Corea del Norte) con una tradición de centenares de años como reino ermitaño, o no valorar en la medida exacta el carácter fascista de la “republicana” Corea del Sur, por citar sólo dos ejemplos.

Desde los orígenes de su nación, los coreanos se sintieron un apéndice autónomo de la civilización china, imperio considerado en todo el Extremo Oriente como el centro político, económico y cultural del mundo. Su idioma es una transformación de aquella lengua (que, vuelto a modificar, originó más tarde el japonés); y, para sorpresa de quienes celebramos la invención de la imprenta por Gutemberg, en aquel lejano territorio asiático la misma se había inventado unos sesenta años antes que en Europa. Desde mediados del siglo XV se estandarizaron caracteres propios para su escritura, dejando de lado los adoptados desde la China. También por aquella época se consolidó el reino de Choson, basado en el poder de los yangban[1]. Durante el siglo XVII Choson tuvo que hacer frente a una invasión nipona. Desde entonces inició su tradición de no aceptar visitas ni embajadas extranjeras, a excepción –y no muy frecuentes- de las enviadas desde y hacia la corte imperial de Beijing.

A mediados del siglo XIX las potencias imperialistas iniciaron un proceso de saqueo e intromisión en China; Japón, por el contrario, adoptó la restauración Meiji, que consistió en una occidentalización tecnológica pero exacerbando la cultura nacional, un imperialismo hecho por asiáticos. Primero lo sufrió China, y en 1910 el reino Choson (la península coreana) se convirtió en colonia japonesa. Muchos patriotas se enfrentaron a los nipones; de hecho, los comunistas eran ya muy fuertes en la misma época de la revolución rusa[2]. El gran apoyo local que obtuvieron las autoridades coloniales fue el brindado por los yangban, que como clase dominante aceptó perder ciertos privilegios a cambio de mantener el poder sobre sus compatriotas. Cabe recordar que aún durante la década de 1920 eran muy numerosos los esclavos, y un yangban no era respetado por sus pares si no era propietario de unos cuantos. En 1931 Japón invadió Manchuria (en el N de China, fronteriza con la Unión Soviética y Corea) y creó el estado títere de Manchukuo. Muchos guerrilleros comunistas colaboraron con sus camaradas chinos en la región. Entre ellos comenzó a destacarse la columna de Kim Il-Sun, quien no pudo ser capturado ni ejecutado por los nipones ni sus gendarmes coreanos colaboracionistas (entre quienes luego surgirían los principales políticos de Corea del Sur).

Tras la guerra se dio la paradoja de que la nación dividida no fuera la agresora (Japón), así como había ocurrido con Alemania en Europa, sino Corea. Esto ocurrió debido a que la mayor parte de sus habitantes simpatizaba con las ideas socialistas y el gobierno de EEUU decidió mantener una cabeza de playa cercana al extremo oriente de la URSS y su puerto de Vladivostok. Sin ninguna lógica excepto la que les dio un mapa que tenían a mano, el general Mac Arthur y su estado mayor decidieron que el paralelo de 38º N delimitaría las zonas de influencia yanki y soviética. Mientras del lado norte los principales y más reconocidos jefes de las guerrillas antijaponesas proclamaron a Kim Il-Sun como responsable máximo de la conducción estatal, la recién creada ONU –léase la secretaría de estado y el Pentágono de EEUU- nombró una comisión de gobierno para Corea del Sur. Ningún político sudcoreano llegaba a satisfacer plenamente la imagen requerida para ser nombrado presidente del estado embrionario: el que no había sido un ferviente colaborador japonés era un fascista incontrolable, o un completo desconocido para sus compatriotas. El más presentable que encontró la administración Truman fue Singman Rhee, un septuagenario que hacía décadas vivía en EEUU, que vestía a la usanza occidental y cuya esposa era austríaca. Era un fascista incontrolable incluso para sus protectores de las fuerzas armadas norteamericanas, que desde su asunción en 1947 buscó generar la chispa que le permitiera invadir el norte de la península, mientras organizó enormes matanzas de enemigos políticos[3]. Ni siquiera se salvaron los dirigentes opositores dentro del arco burgués-pro estadounidense, algunos de los cuales también fueron asesinados.

La Rep. Popular Democrática, mientras, había llevado adelante un programa socialista y revolucionario permitiendo a algunos antiguos yangban –aquellos que no habían sido colaboradores de los japoneses- exiliarse en el sur de manera pacífica. La economía se hizo próspera, y varias divisiones del ejército en formación se unieron como voluntarios a las columnas del norte de las tropas maoístas, aportando con su esfuerzo al triunfo revolucionario en 1949. Cuando volvieron a su patria eran veteranos aptos para el combate, mientras el ejército sudcoreano estaba compuesto por una amplia mayoría de antiguos oficiales de la odiada policía colonial imperial (japonesa).

La construcción del socialismo se basó en la organización de comités populares (no sólo en la RDPC, sino también a lo largo de toda Corea del Sur en la medida en que se lograba evitar la represión gubernamental); esto explicaría luego el inmenso grado de adhesión que lograría el ejército popular en su ofensiva hacia el sur en el verano de 1950. También se priorizó el funcionamiento de reuniones de crítica y autocrítica –tomando el modelo maoísta- que permitirían a cada individuo reconocer sus falencias y superarse como integrante de una nueva sociedad. Todo esto, aparejado de medidas como la nacionalización de la propiedad rural en manos de los terratenientes (febrero de 1946) y también de las industrias, que en su mayor parte eran de consorcios japoneses (a fines del mismo año). Como así también de la creación de un nuevo cuerpo de policía en el cual se impidió la entrada de aquellos que habían integrado fuerzas de seguridad durante el dominio colonial nipón, en contraste a las fuerzas policiales y militares sudcoreanas.

Por todo esto era que el régimen de Rhee estaba desesperado por generar un conflicto que sirviera de pretexto para una invasión estadounidense a la parte N del país. Durante 1949 hubo varias provocaciones, casi siempre en la península de Ongjin (SO de la RDPC actual, en aquel momento cruzada por la frontera del paralelo 38º; ver mapa). El más grave, ocurrido en agosto de dicho año, terminó con una desastrosa incursión de tropas sudcoreanas a la RDPC, que les costó varios miles de muertos. Sin embargo, la falta de ayuda de los soldados norteamericanos impidió entonces el inicio de hostilidades. No tardaría mucho en llegar el momento…



[1] Los yangban son los funcionarios públicos (administrativos) y militares, a su vez la clase terrateniente: la aristocracia civil y militar de un sistema semifeudal y esclavista.

[2] Contrariamente a la creencia de que Corea del Norte “se hizo” comunista por la influencia de Stalin y Mao tras la II Guerra Mundial.

[3] Sólo en la isla de Cheju fueron asesinados unos 20000 habitantes que simpatizaban con el sistema norcoreano, a principios de 1948. Y en el puerto de Yosu, donde se embarcaban soldados a perpetrar esta acción, se rebelaron las tropas. La ciudad las apoyó, y recién al cabo de una semana el gobierno la retomó, con un costo de al menos 3000 víctimas más. También en las provincias sudoccidentales (Choya del Sur –donde se encuentra Yosu- y Choya del Norte) hubo guerrillas revolucionarias que se mantuvieron resistiendo hasta 1950.