Ante la movilización del jueves 13 de septiembre.
La movilización convocada por las redes sociales, e
inflada por el grupo Clarín, cito a miles de manifestantes en las principales
ciudades del país. Quizá, desde el conflicto de la 125, no haya existido una movilización,
fogoneada por la oposición, con tanta repercusión. Sin embargo, al igual que en
aquel entonces, no podemos ser ingenuos
y desestimar el carácter burgués de la protesta, no sólo por las consignas
levantada por los manifestantes, especialmente vinculadas a las capas medias
urbanas, sino por el núcleo duro que capitalizó y motorizó la protesta y el
debate posterior. Al igual que sucedía años atrás con el fenómeno Bloomberg,
donde se trataba de vender un padre que había perdido a su hijo a causa de la
inseguridad, pero se trataba de poner como contrapropuesta políticas de mano
dura, criminalización de la pobreza y militarización de los barrios, en este
caso lo que estamos observando es el
recrudecimiento del enfrentamiento entre dos facciones de la burguesía.
Sectores que tienen a sus representantes políticos y voceros periodísticos de
turno adictos a sus necesidades, que no tiemblan en hacer todo lo que sea
necesario con tal de defender sus intereses. Intereses que siempre tratan de
imponer como los propios de la clase obrera y el pueblo pobre, generando un
antagonismo del que intentan convencernos que seamos parte.
No podemos negar que ciertas medidas adoptadas a lo
largo de estos casi 10 años de gobierno kirchnerista afectan los intereses de
quienes impulsan este movimiento. Sectores que no encuentran quien logre
canalizar sus necesidades y la proyecte con cierta legitimidad frente a las
masas, de cara a un año electoral en el que deben garantizar sus lugares en el
parlamento. Por esto que deben acudir a cierta “espontaneidad ciudadana” para
desde allí colgarse y mostrarse como una alternativa posible para los años
venideros.
Por el otro lado se encuentra el oficialismo que a
lo largo de su gestión no ha logrado romper con las estructuras generales de
dependencia económica, es más la profundizo, que hace los deberes frente a los
buitres financieros que ahogan al pueblo trabajador con una deuda que jamás
contrajimos. Un gobierno que sostienen el ingreso de dinero a partir de la
destrucción de nuestros recursos naturales, que criminaliza la protesta social
y habla de la nueva política acordando con lo más rancio de la burocracia
sindical y varones del conurbano, que se ensancha con el tema de los derechos
humanos pero los aplica sólo para causas de décadas pasadas, que trata de
sostener el discurso de redistribución de la riqueza y crecimiento sostenido
pero somos los trabajadores los que pagamos la crisis, con topes salariales,
trabajo precario, despidos y cesantías, mientras las multinacionales se la
llevan en pala. Por nombrar tan sólo algunos ejemplos.
Ni unos ni
otros representan nuestros intereses, no caemos en oportunismos políticos como
en la disputa del campo en la que vemos, lamentablemente, incurrir a compañeros
que se reivindican de izquierda. Este es un cruce entre facciones de
nuestro enemigo en el que nosotros somos convidados de piedra, si pueden nos
intentarán usar, como históricamente lo hicieron, pero debemos ser coherentes
con nuestra condición de clase, con nuestros intereses y objetivos.
No debemos desestimar la influencia ideológica y
cultural que ejerce la burguesía y sus aliados sobre nuestra clase. Iniciativas
como estas pueden ser tomadas como propias y es allí donde reside el germen
venenoso de la opresión capitalista. Por esto que es necesario salir a dar
respuesta desde una visión clasista, sabiendo que es esta la agenda que impone
diariamente nuestro enemigo, y que esta en nosotros como clase la necesidad de
crear agenda propia.
Organización
MONTE