Iglesia Católica y Estado Nacional: 200 años de amor y de guerra.
El pasado 15 de julio la argentina vivió un hecho político histórico. La sanción de la ley 26.618 o más conocida de “matrimonio igualitario”, es una conquista democrática que dividió las opiniones en la sociedad argentina. Los sectores más conservadores no lo pudieron impedir.
Desde el período de conquista
Desconocemos todo tipo de prejuicios por creencias religiosas, pero somos firmes respecto al contenido de clase que tienen algunas instituciones religiosas. Este es el caso de
Los enfrentamientos entre gobierno e Iglesia son de larga data. Si bien en 1853
La secularización de la institución católica hizo trinar al estado Vaticano, que como medida de fuerza decidió sacar a su representante de Argentina hasta 1900.
Posteriormente con la llegada de los gobiernos radicales, y en el marco de la efervescencia internacional de lucha de clases, que para esos años hizo nacer la triunfante revolución rusa de octubre, la línea más conservadora del Vaticano redobló su apuesta a escala mundial. La tendencia contra liberales, comunistas, socialistas y anarquistas se institucionalizó en todo el mundo, sintetizándose en el posterior nazi-fascismo. En
Para 1912 un nuevo chispazo entre gobierno e Iglesia se protagonizaría con la ley de voto universal, secreto y obligatorio para todos los varones. El acceso al voto popular de grandes masas obreras era la válvula de escape necesaria para apaciguar las aguas recalentadas por la lucha de clases. La influencia de las corrientes migratorias que aportaban a las masas obreras del campo y la ciudad la experiencia de jóvenes socialistas y anarquistas europeos puso en jaque el status quo de la clase dominante. El gobierno radical de Irigoyen buscó una tregua con
Con la llegada del golpe militar de 1930
Para la primera presidencia de Juan Domingo Perón las relaciones volvieron a tensarse, las medidas tomadas por la administración afectaban los intereses de
Tiempos de teología para la liberación.
Como a lo largo de la historia moderna, la injerencia de la institución católica siguió el compás de la lucha de clase, siempre oficialmente por derecha de los procesos que las masas protagonizaban, el papel asumido buscó salvaguardar las ganancias de los explotadores de siempre. La comunidad de
En Electrum nº 307 de 1971, periódico del sindicato Luz y Fuerza, el secretario general de la regional Córdoba, Agustín Tosco, dijo “El sistema se escandaliza de los curas obreros. Los curas deben seguir como antes. Si hablan de los derechos políticos de las masas se salen de su función. Claro que si hacen política hablando y bendiciendo los actos oficiales, allí ya no hacen política, allí cumplen con su deber. Si van a las villas miseria a llevar consuelo y a pedir resignación, allí cumplen con el deber de ser cristiano y preservar el sistema. Pero si van a hablar de los derechos de los pobres, de las injusticias del sistema, allí son subversivos, extremistas o cualquier cosa menos curas”. Eran tiempos en donde
Quizá uno de los más destacados curas de nuestra Indo America fue el colombiano Camilo Torres, caído en combate el 15 de febrero de 1966 en Santander Colombia, luchando en las filas de Ejército de Liberación Nacional (ELN). Torres sostenía que la violencia surge cuando la posibilidad de ascenso social por las vías económica, social y política se clausuran. La violencia muestra al pueblo consciente de sus necesidades y de su oclusión de los ánimos institucionales para plantear sus reclamos. Esta posición, al igual que a muchos curas del mundo, le costo la expulsión de la institución católica a algunos, persecución y muerte a muchos otros. A mediados de la década del ´60, antes de alejarse por las presiones del Vaticano, Torres le escribe al cardenal Córdoba: “Ser revolucionario es tener conciencia de que no se puede dar de comer ni vestir ni alojar a las mayorías. Esto obedece a que quienes detentan el poder constituyen una minoría económica que domina al poder político, al poder cultural, al militar y, desgraciadamente, también al poder eclesiástico. Es luchar contra las estructuras opresoras. Es lograr educación para los hijos y acceso a la cultura para los económicamente imposibilitados. Es no transigir con la mísera. Es reconocer en todo hombre, cualquier derecho que le corresponda. Es no patrocinar el crimen. Es defender a todo ciudadano del atropello y la injusticia sin distingo de credo y opinión. Es promover la unión de todos los sectores de la infraestructura. Es no dejar romper esa unión por los explotadores. Es rechazar toda represión injusta y toda tiranía. Es luchar por la elevación integral del hombre. Es comprometerse a fondo con base en la injusticia. Es sustituir los cuerpos colegiados inoperantes, por organismos populares eficaces en vista al bien de la comunidad. Es respaldar a los que luchan honradamente a favor del pueblo. Es no venderse a cambio de recompensas, gratificaciones, promesas y prebendas. Es cumplir la consigna recibida. Es rechazar todo imperialismo y cualquier tipo de colonialismo. Es luchar por una efectiva justicia social. Es realizar una auténtica democracia no dominada por grupos de presión, entendidos estos como el conjunto minoritarios de individuos que disponen de todas las influencias como las decisiones del poder. Es luchar contra el hambre”. Palabras contundentes que lo alejaron para siempre de la institución católica.
Los últimos 30 años.
Los últimos 30 años transcurrieron con bastante tranquilidad.
Durante el gobierno radical de Alfonsín, se recalentó la relacion por la sanción de la ley de divorcio en 1987; y para 1994 se suprimió algunos artículos de injerencia religiosa como el requisito que exigía al presidente y vicepresidente pertenecer a la comunión católica. Claro no deberíamos olvidar que el ejecutivo era administrado por un musulmán, Menem, y su relación con el establishment financiero era inmejorable.
La ley de matrimonio igualitario encrespo al clero, que viene ofuscado por las últimas medidas: la ley de educación sexual y el juicio por el terrorismo de estado que involucra a miembros de la comunidad religiosa. Podríamos afirmar que la aprobación de la ley de aborto, de la que tanto se viene discutiendo, seria la chispa que encienda la pradera.
Una vez más la sociedad argentina se dio al debate. La opinión fue dividida, y quedo bien claro que los sectores más conservadores no querían perder, a como de lugar, en esta batalla ideológica. La aprobación de la ley abre un camino hacia un cambio cultural, aún en aquellos sectores que no reflexionaron y aceptaron la posibilidad del cambio. Es una conquista hacia un sector importante de la sociedad que encuentra libertades y derechos democráticos legítimos. Ser reconocidos en una sociedad de excluidos, tener derechos, estar dentro de un marco jurídico que ampare sus necesidades.
Esta división también se dio en el seno de la comunidad religiosa. Tal es así, que el cura de Córdoba Nicolás Alessio, perteneciente a la agrupación Sacerdotes del Tercer Mundo Enrique Angelelli, fue amenazado con un juicio canónico y la prohibición de dar misa por el arzobispo de Córdoba, Carlos Ñañez. Un grupo de curas de Quilmes, de opción por los pobres, no tardó en solidarizarse, al igual que otras agrupaciones del país. Claro la opción por los pobres, por las minorías y por los excluidos; cuestionando la realidad y luchando contra el poder hegemónico de las minorías económicas que dirigen las instituciones eclesiásticas sigue siendo una acción muy ofensiva para
Debemos tratar de entender la realidad y desde ese lugar analizarla. Por eso que más arriba hacíamos referencia al lugar que ocupa culturalmente el credo católico en nuestro pueblo. No podemos desconocer esto, ya que desconoceríamos una parte de la realidad. Como decía Lenin, debemos reconocer a la religión como un asunto privado respecto del Estado, y que las asociaciones eclesiásticas y religiosas sean completamente libres, independientes del Poder, y de ciudadanos unidos por la comunidad de creencias. Luchar contra la religión que enseña la resignación y que ampara la explotación, bajo la cortina de humo de recompensas de tanto sufrimiento terrenal en otras vidas de ultratumba – cielo-, es una tarea cotidiana para fortalecer la subjetividad de nuestro pueblo, en la lucha contra la hegemonía ideológica de la clase dominante.
[1] En 1960, según estadísticas del CONICET, el 90% de los argentinos se declaraba católico, hoy el 76%; ateos, agnósticos e indiferentes 11,3%; evangélicos - Pentecostal, Bautista, Luterana, Metodista, Presbiterianos, Libre y Asamblea de Dios- 9%; Testigos de Jehová 1,2%; Mormones 0,9%; otras 1,2%
[2] Muchas de estas creadas en Estados Unidos por