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1 oct 2010

informe iglesia catolica

Iglesia Católica y Estado Nacional: 200 años de amor y de guerra.

El pasado 15 de julio la argentina vivió un hecho político histórico. La sanción de la ley 26.618 o más conocida de “matrimonio igualitario”, es una conquista democrática que dividió las opiniones en la sociedad argentina. Los sectores más conservadores no lo pudieron impedir.

Desde el período de conquista la Iglesia católica ha ocupado un rol importante en la trama política de la Argentina; fue la matriz ideológica que justificó la invasión castellana a nuestro continente. Con la imposición de esta minoría dominante en las cruzadas indoamericanas se sucedieron campañas de masacre en nombre de Dios, llevadas adelante por el ejército y el clero, que se convirtieron en terratenientes. En la actualidad el estado Vaticano se ubicó y ubica por fuera y por encima de los estados nacionales, en una relación por momentos carnal y en otros de agudas rispideces.

Desconocemos todo tipo de prejuicios por creencias religiosas, pero somos firmes respecto al contenido de clase que tienen algunas instituciones religiosas. Este es el caso de la Iglesia católica en la argentina. Sin embargo no podemos dejar de reconocer, aunque en tendencia decreciente en los últimos 50 años[1], el alto grado de influencia cultural que tiene el credo católico apostólico romano en las más amplias masas. En los últimos tiempos hubo un alza en la creación e impulso de otras iglesias como las evangélicas[2], pero el grueso de la sociedad argentina se reconoce culturalmente católica.

Los enfrentamientos entre gobierno e Iglesia son de larga data. Si bien en 1853 la Constitución Nacional contempló la libertad de cultos (no fue así en la libertad religiosa ya que) se mantuvo al catolicismo como religión oficial del estado argentino. Sin embargo, los enfrentamientos entre el Estado y la Iglesia no tardaron en llegar. Entrando en la década de 1880 la institución católica tenia grandes injerencias en la vida cotidiana, los nacimientos se registraban en las parroquias, los cementerios eran para católicos –quienes profesaban otros cultos debían ser enterrados en otros cementerios- y la educación pública era católica. En 1881 y 1884 se promulgaron dos leyes que hicieron ruido: la Ley de Registro Civil y la ley 1420 que regulaba la educación como pública, obligatoria, gratuita y laica. Un par de años más tarde, 1888, se instauró el matrimonio civil.

La secularización de la institución católica hizo trinar al estado Vaticano, que como medida de fuerza decidió sacar a su representante de Argentina hasta 1900.

Posteriormente con la llegada de los gobiernos radicales, y en el marco de la efervescencia internacional de lucha de clases, que para esos años hizo nacer la triunfante revolución rusa de octubre, la línea más conservadora del Vaticano redobló su apuesta a escala mundial. La tendencia contra liberales, comunistas, socialistas y anarquistas se institucionalizó en todo el mundo, sintetizándose en el posterior nazi-fascismo. En la Argentina eran épocas de grandes conflictos. La ley de residencia sancionada en 1907 nos sirve como ejemplo de esto, ya que se perseguía hasta la expulsión del territorio a todo extranjero que intentara poner en jaque el dominio patronal.

Para 1912 un nuevo chispazo entre gobierno e Iglesia se protagonizaría con la ley de voto universal, secreto y obligatorio para todos los varones. El acceso al voto popular de grandes masas obreras era la válvula de escape necesaria para apaciguar las aguas recalentadas por la lucha de clases. La influencia de las corrientes migratorias que aportaban a las masas obreras del campo y la ciudad la experiencia de jóvenes socialistas y anarquistas europeos puso en jaque el status quo de la clase dominante. El gobierno radical de Irigoyen buscó una tregua con la Iglesia y cedió accediéndole participación en los asuntos públicos, a cambio de que el nuevo arzobispo porteño fuera alguien cercano a los deseos gubernamentales. Luego de la elección realizada por el poder legislativo monseñor Miguel de Andrea resultó electo. Roma no tardó en rechazarlo, pese al acuerdo previo, con la consecuente pérdida del embajador del Vaticano por los siguientes 2 años.

Con la llegada del golpe militar de 1930 la Iglesia católica hace su reaparición de la mano del partido militar, del cual algunos sectores aun no se han despojado hasta el presente. Los conceptos de Iglesia y Nación iban de la mano. El aparato estatal se puso a disposición absoluta de la institución religiosa en busca de la evangelización de la sociedad. Una nueva cruzada en tiempos modernos. La cúpula eclesiástica se asoció naturalmente al paradigma nacional y cristiano de todos los gobiernos de facto. Tamaña sociedad se materializó en 1943 con el decreto que garantizaba la enseñanza religiosa en escuelas públicas, en contra de la ley 1420.

Para la primera presidencia de Juan Domingo Perón las relaciones volvieron a tensarse, las medidas tomadas por la administración afectaban los intereses de la Iglesia. La supresión de la ley de enseñanza religiosa en colegios públicos, la sanción de la ley de divorcio, la legalización los prostíbulos y la separación entre Iglesia y Estado fueron medidas intolerables para la curia católica. No deberíamos olvidar que vieron con muy malos ojos la aprobación del voto femenino. Pocos años más tarde fueron cómplices del bombardeo a la Plaza de Mayo en el golpe militar de 1955, con más de 300 civiles muertos. A su vez para 1957, durante el gobierno de facto de Rojas, la Iglesia logró avanzar fuertemente en las políticas sociales, pero no logró la enseñanza religiosa obligatoria en las escuelas públicas, y si la apertura de universidades católicas en el país, entre otras medidas.

Tiempos de teología para la liberación.

Como a lo largo de la historia moderna, la injerencia de la institución católica siguió el compás de la lucha de clase, siempre oficialmente por derecha de los procesos que las masas protagonizaban, el papel asumido buscó salvaguardar las ganancias de los explotadores de siempre. La comunidad de la Iglesia y sus fieles fueron influidos por la agudización de lucha de clases. En las décadas siguientes, la cúpula de la Iglesia, y lo sectores más conservadores de la comunidad religiosa, fueron cómplices en argentina y el mundo del terrorismo de estado. Las relaciones carnales entre el clero, el partido militar y los civiles que financiaban económica e ideológicamente el terrorismo no tuvieron límites. La persecución y entrega de los fieles que militaban en barrios, sindicatos y/o partidos políticos fue constante. Tal como alegan los últimos informes publicados en el diario Pagina12, en el cual se acusa directamente al actual arzobispo monseñor Bergoglio de entregar a los curas que trabajaban en las villas del conurbano bonaerense. También el asesinato el 11 de mayo de 1974 por parte de la triple A del Carlos Mujica, conocido cura de la villa 31.

En Electrum nº 307 de 1971, periódico del sindicato Luz y Fuerza, el secretario general de la regional Córdoba, Agustín Tosco, dijo “El sistema se escandaliza de los curas obreros. Los curas deben seguir como antes. Si hablan de los derechos políticos de las masas se salen de su función. Claro que si hacen política hablando y bendiciendo los actos oficiales, allí ya no hacen política, allí cumplen con su deber. Si van a las villas miseria a llevar consuelo y a pedir resignación, allí cumplen con el deber de ser cristiano y preservar el sistema. Pero si van a hablar de los derechos de los pobres, de las injusticias del sistema, allí son subversivos, extremistas o cualquier cosa menos curas”. Eran tiempos en donde la Teología de la Liberación era consecuentemente llevada adelante por curas y monjas en los barrios más humildes de argentina y el mundo. Algunos sostienen que la primera fuente de inspiración de la Teología de la Liberación fue la lucha por los derechos civiles de los negros en Estados Unidos, encabezada por Martin Luther King. Aunque también afirman qué nace en Francia en 1944, estos fueron rehabilitados tras el Concilio Vaticano II, promovido por Juan XXIII. En el caso de España muchos de estos curas participaban en las revueltas sindicales combatiendo contra el régimen franquista. Para antes de la asunción del Papa Juan Pablo II - 1978-, momento en el cual las corrientes revolucionarias de la Iglesia eran perseguidos y masacrados, esta corriente había tenido gran aceptación en muchas partes del mundo, teniendo como principales postulados: a) la salvación cristiana no puede darse sin la liberación económica, política, social e ideológica; b) es un deber cristiano eliminar la pobreza, la explotación, las falta de oportunidades e injusticias; c) la situación que vienen los pueblos contradicen los designios de Dios y la pobreza es un pecado social; e) el cristiano debe tomar conciencia de la lucha de clases optando siempre por los más pobres; e) la creación de un hombre nuevo como condición necesaria para asegurar el éxito de la transformación social; f) la libre aceptación de la doctrina evangélica, es decir que el cristiano debe procurar primero por la condiciones de vida de las masas explotadas y luego el adoctrinamiento evangélico si la persona así lo desea.

Quizá uno de los más destacados curas de nuestra Indo America fue el colombiano Camilo Torres, caído en combate el 15 de febrero de 1966 en Santander Colombia, luchando en las filas de Ejército de Liberación Nacional (ELN). Torres sostenía que la violencia surge cuando la posibilidad de ascenso social por las vías económica, social y política se clausuran. La violencia muestra al pueblo consciente de sus necesidades y de su oclusión de los ánimos institucionales para plantear sus reclamos. Esta posición, al igual que a muchos curas del mundo, le costo la expulsión de la institución católica a algunos, persecución y muerte a muchos otros. A mediados de la década del ´60, antes de alejarse por las presiones del Vaticano, Torres le escribe al cardenal Córdoba: “Ser revolucionario es tener conciencia de que no se puede dar de comer ni vestir ni alojar a las mayorías. Esto obedece a que quienes detentan el poder constituyen una minoría económica que domina al poder político, al poder cultural, al militar y, desgraciadamente, también al poder eclesiástico. Es luchar contra las estructuras opresoras. Es lograr educación para los hijos y acceso a la cultura para los económicamente imposibilitados. Es no transigir con la mísera. Es reconocer en todo hombre, cualquier derecho que le corresponda. Es no patrocinar el crimen. Es defender a todo ciudadano del atropello y la injusticia sin distingo de credo y opinión. Es promover la unión de todos los sectores de la infraestructura. Es no dejar romper esa unión por los explotadores. Es rechazar toda represión injusta y toda tiranía. Es luchar por la elevación integral del hombre. Es comprometerse a fondo con base en la injusticia. Es sustituir los cuerpos colegiados inoperantes, por organismos populares eficaces en vista al bien de la comunidad. Es respaldar a los que luchan honradamente a favor del pueblo. Es no venderse a cambio de recompensas, gratificaciones, promesas y prebendas. Es cumplir la consigna recibida. Es rechazar todo imperialismo y cualquier tipo de colonialismo. Es luchar por una efectiva justicia social. Es realizar una auténtica democracia no dominada por grupos de presión, entendidos estos como el conjunto minoritarios de individuos que disponen de todas las influencias como las decisiones del poder. Es luchar contra el hambre”. Palabras contundentes que lo alejaron para siempre de la institución católica.

Los últimos 30 años.

Los últimos 30 años transcurrieron con bastante tranquilidad. La Iglesia mantuvo las concesiones otorgadas por el estado en los años de sangre durante la última dictadura militar. Desde 1979 arzobispos y obispos católicos reciben un salario mensual, también llamada asignación, lo que los convierte en empleados públicos, con beneficios como es el pasaporte diplomático, reciben su jornal de la comunidad religiosa como de la laica a través de los fondos fiscales. Desde 1980 por la ley 22.162 se le otorga un salario mensual a todo cura o vicario de parroquias situadas en zona de frontera o con necesidad de promoción de desarrollo. El desarrollo de la infraestructura por parte del Estado esta asociado con la instalación de los edificios religiosos. Plaza, municipalidad, comisaría e Iglesia es la receta de dominación repetida a lo largo de los años en los pueblos de nuestra Argentina. A su vez en 1983 se sanciono una ley en la que el estado debe colaborar económicamente con la formación del clero diocesano.

Durante el gobierno radical de Alfonsín, se recalentó la relacion por la sanción de la ley de divorcio en 1987; y para 1994 se suprimió algunos artículos de injerencia religiosa como el requisito que exigía al presidente y vicepresidente pertenecer a la comunión católica. Claro no deberíamos olvidar que el ejecutivo era administrado por un musulmán, Menem, y su relación con el establishment financiero era inmejorable.

La ley de matrimonio igualitario encrespo al clero, que viene ofuscado por las últimas medidas: la ley de educación sexual y el juicio por el terrorismo de estado que involucra a miembros de la comunidad religiosa. Podríamos afirmar que la aprobación de la ley de aborto, de la que tanto se viene discutiendo, seria la chispa que encienda la pradera.

Una vez más la sociedad argentina se dio al debate. La opinión fue dividida, y quedo bien claro que los sectores más conservadores no querían perder, a como de lugar, en esta batalla ideológica. La aprobación de la ley abre un camino hacia un cambio cultural, aún en aquellos sectores que no reflexionaron y aceptaron la posibilidad del cambio. Es una conquista hacia un sector importante de la sociedad que encuentra libertades y derechos democráticos legítimos. Ser reconocidos en una sociedad de excluidos, tener derechos, estar dentro de un marco jurídico que ampare sus necesidades.

Esta división también se dio en el seno de la comunidad religiosa. Tal es así, que el cura de Córdoba Nicolás Alessio, perteneciente a la agrupación Sacerdotes del Tercer Mundo Enrique Angelelli, fue amenazado con un juicio canónico y la prohibición de dar misa por el arzobispo de Córdoba, Carlos Ñañez. Un grupo de curas de Quilmes, de opción por los pobres, no tardó en solidarizarse, al igual que otras agrupaciones del país. Claro la opción por los pobres, por las minorías y por los excluidos; cuestionando la realidad y luchando contra el poder hegemónico de las minorías económicas que dirigen las instituciones eclesiásticas sigue siendo una acción muy ofensiva para la Iglesia. Acción digna de sanción, de expulsión y de difamación por los medios alineados ideológicamente. Sectores de la comunidad religiosa miden como cuestiones menores los hechos que involucran a Christian von Wernich con el terrorismo de estado; al ex arzobispo de Santa Fe, Edgardo Storni, condenado a 8 años de prisión por abuso sexual; o al mediático Grassi, sin prisión efectiva pero condenado a 15 años por abuso y corrupción de menores; y tantos otros que nos anoticiamos periódicamente a escala mundial. Ninguno de estos sufrió la excomunión como se amenaza a quienes contradigan la línea ideológica dominante.

Debemos tratar de entender la realidad y desde ese lugar analizarla. Por eso que más arriba hacíamos referencia al lugar que ocupa culturalmente el credo católico en nuestro pueblo. No podemos desconocer esto, ya que desconoceríamos una parte de la realidad. Como decía Lenin, debemos reconocer a la religión como un asunto privado respecto del Estado, y que las asociaciones eclesiásticas y religiosas sean completamente libres, independientes del Poder, y de ciudadanos unidos por la comunidad de creencias. Luchar contra la religión que enseña la resignación y que ampara la explotación, bajo la cortina de humo de recompensas de tanto sufrimiento terrenal en otras vidas de ultratumba – cielo-, es una tarea cotidiana para fortalecer la subjetividad de nuestro pueblo, en la lucha contra la hegemonía ideológica de la clase dominante.



[1] En 1960, según estadísticas del CONICET, el 90% de los argentinos se declaraba católico, hoy el 76%; ateos, agnósticos e indiferentes 11,3%; evangélicos - Pentecostal, Bautista, Luterana, Metodista, Presbiterianos, Libre y Asamblea de Dios- 9%; Testigos de Jehová 1,2%; Mormones 0,9%; otras 1,2%

[2] Muchas de estas creadas en Estados Unidos por la CIA y Pat Garrison como su exponente más popular, con fines claramente burgueses en defensa de la sociedad capitalista. En argentina quizá el hombre más conocido es el “pastor” Jiménez.