NO HAY REVOLUCIONES TEMPRANAS..... NACEN DESDE EL PIE!

1 jul 2010

Formación

Por: Julián Conte

A lo largo de las anteriores publicaciones hemos utilizado estudios e información del pasado para poder entender la realidad actual. Creemos firmemente que no se puede analizar el presente, para proyectar el futuro, sin tener en cuenta el pasado-inmediato y no tanto a fin de entender ciertas dinámicas.

Nos encontramos pisando fechas de gran valor histórico para nuestra clase. Pareciera que no existen lazos en común entre unos y otros pero nada de eso es cierto, la lucha contra el imperialismo por un lado y por la liberación por el otro se encontró presente en cada una de estas fechas, independientemente de su desenlace posterior.

Nos parece interesante ir desmenuzando lo antes expuesto de modo dialéctico ya que su análisis puede echar luz al razonamiento sobre nuestra actualidad.

En el número anterior hicimos referencia al desarrollo desigual de la Argentina, y que el mismo se repitió en casi toda la colonia española. Lo que se conoce como la patria grande latinoamericana jamás fue una gran nación unida, ya que sus lazos estaban atados por una administración burocratizada que priorizó intereses externos y no el desarrollo productivo local. Las colonias españolas, y también las portuguesas, se desarrollaron en relación a la explotación de materias primas que había o se producían en la región: oro, plata, caucho, guano, sal, cobre, azúcar, cacao, ganadería, café, etc., en vistas a un mercado externo que devolvería el producto bruto como mercancías manufacturadas en las industrias europeas. La política de expoliación no terminó con la independencia de las colonias de la corona española, sino que luego de quitarnos el grillete español tropezamos en la dependencia económica de la corona del Reino Unido.

El proceso de conquista española destruyó la estructura de producción existente en la zona sin poder reemplazarla. Caso a destacar fue el que vivió el Perú, en el cual el Imperio Inka estaba organizado por agrupación de comunas agrícolas y sedentarias con un desarrollo interesante de la economía. Pero luego de la derrota del imperio en manos de los españoles, la unidad incaica fue destruida y reemplazada por pequeñas unidades aisladas y conectadas burocráticamente por la importación productiva española. El botin de guerra fue repartido, y como diria Carlos Mariategui “sobre las ruinas y los residuos de una economía socialista, echaron las bases de una economía feudal”.

En el caso de la Argentina, a principios del siglo XIX poseía una industria artesanal en el interior del país, que no pudo competir contra los intereses de la burguesía terrateniente y comercial local asociados, desde aquel entonces, a la burguesía imperialista. Los terratenientes ligados al negocio de los saladeros y curtiembres producían para la industria inglesa materias primas y alimentos, mientras que los comerciantes amasaban fortuna en el intercambio comercial de productos extranjeros inundando el mercado local, con la consecuente destrucción del pequeño artesano industrial.

Distinta fue la realidad de la colonia inglesa, Estados Unidos principalmente, en donde la existencia de una estructura de mercado interno, ligado a los pionners, colonos británicos, favoreció el desarrollo capitalista que fue soldado firmemente mediante una unión política. Así los sectores ligados a la industria ganaron la primera pulseada en relación a la restructuración del modelo productivo del país, y el desarrollo capitalista moderno del mismo[1].

Sin embargo, la existencia de esta clase era nula en las colonias españolas. El pioneer español era incapaz de crear núcleos de trabajo. La colonización española se caracterizó por su desarrollo militar y eclesiástico, más que por su estructura político -económico. Es por ello que liquidado el recurso de la fuerza de trabajo originaria se acudió a la importación de negros esclavos, lo que tiñó del carácter esclavista a una sociedad de tipo feudal. El elemento diferente en la conquista española fue el de las organizaciones jesuitas. Estos en algunos lugares de continente, principalmente en Misiones, suer de Brasil y el Paraguay, lograron adaptar su estructura político-económica aprovechando las características de la población Guariní, generando un desarrollo productivo independiente a costa de la negación de sus costumbres y religión.

La pequeña burguesía industrial argentina, de carácter artesanal, no era sinónimo de progreso sino de atraso, su capacidad productiva era incapaz de competir con la europea, y los intereses del desarrollo del mercado interno, con producción local, estaba ligado únicamente a las familias minoritarias del interior.

Desde aquel entonces entraban en disputa los intereses de los productores provinciales contra los terratenientes de Buenos Aires y su extensión por Córdoba, La Pampa (recién después de 1880), Entre Ríos y Santa Fe. Estos últimos representaban la acumulación capitalista productora de las exportaciones pero sin vistas de un desarrollo industrial, independiente y nacional, mientras que los primeros intentaron un desarrollo artesano-nacional sin posibilidades de progreso.

La disputa ganada por los intereses agroexportadoras, expresado a través de las guerras civiles y el exterminio de indios, derivó en la construcción de una economía argentina capitalista semicolonia sujeta a la producción de alimentos y derivados. Inglaterra jugo un rol importantísimo en este desarrollo ya que el mismo favorecía sus intereses: importación de materias primas baratas argentinas, exportación de productos manufacturados de gran valor a nuestro país. Todo garantizado mediante los comerciantes anglo-argentinos del puerto de Buenos Aires, y la amenaza militar para quien no cumpliera con los lineamientos planificados para las economías periféricas.

Pero la injerencia inglesa no se circunscribió al modelo productivo, ya para la segunda década del siglo XIX comenzó a presionar en la imposición de empréstitos bancarios dando origen a la eterna deuda externa argentina. El capital ocioso de la burguesía fue a parar a los países atrasados, e Indo America fue uno de los destinos “privilegiados”. Para 1824 el empréstito Baring dio inicio a la deuda que se terminó de pagar en 1904 en 8 veces el importe recibido. Pero para garantizar el pago de la misma no había mejor garantía que hipotecar TODAS las tierras y demás bienes inmuebles de propiedad publica como se hizo en 1827.

En los primeros años del naciente estado “la oligarquía de la bosta” comenzó a tener sus roces con las distintas facciones de la clase dominante, en post de defender sus intereses. En este caso el choque se dio con la burguesía comercial, que orientó sus miras hacia el desarrollo del mercado interno y hasta la creación de poblados relacionados a la agricultura, cosa que molestaba y mucho a los terratenientes que solo miraban para Europa, y pretendían hegemonizar el control y usufructo de la tierra. Pero estas diferencias eran menores ya que tenían varios puntos en común en lo que refiere al monopolio de Buenos Aires de las ganancias del puerto, avanzar y masacrar en la frontera a los pueblos originarios, mantener relaciones carnales con Inglaterra y demás.

Pero uno de los detonantes que en aquella época favoreció la concentración de capital en pocas familias fueron las políticas impulsadas por el gobierno de Rivadavia y continuadas por Rosas, que favorecieron a 538 propietarios obtener nada menos que 8.6millones de hectáreas entre 1822 y 1830, y para 1840 unos 825 latifundistas concentraban una superficie que duplicaba el tamaño de Gran Bretaña, en las zonas más fértiles del país. La falta de límites en la adquisición de tierras y en la desregulación de la actividad productiva de la mismas generaron la piedra fundacional de la estructura del campo argentino, caracterizado por la concentración en pocas manos y la despoblación por un lado, y la congregación humana en pocas ciudades por el otro.

Han pasado ya 200 años de la independencia de la colonia española, y del posterior proceso antes analizado. Sin embargo, los años no han mejorado la situación, la concentración de la tierra en pocas manos se agudizó con el paso de los años, y el desembarco de los pooles de siembra desde mediados del siglo XX ha favorecido esta concentración. El éxodo del campo a la ciudad ha sido enorme en los últimos años, y no solamente del resto de las provincias hacia las capitales, y sobre todo a capital federal, sino también de los países limítrofes que viven similares consecuencias. Éxodo que no tiene relación, como analizaremos en otra nota, con la necesidad de mano de obra en las grandes urbes. La concentración de capital en pocas manos se intensificó, de la mano de la destrucción de una clase patronal nacional independiente, ya que su asociación a los monopolios financieros internacionales es un hecho, y su presencia marca los tiempos de la economía local.

Lejos de haber acabado con el tema que damos por inicio en estos párrafos, seguiremos analizando nuestro pasado, para así poder entender nuestro presente, y aportar en la construcción de un futuro mejor.


[1] Ganaron otra pulseada en 1865, con la erradicación del modo de producción esclavista en los estados confederados.